La sangrante historia de una mujer...
Tengo dos hijas, estoy sola y no puedo pagar mi casa, ¿qué
puedo hacer?, he buscado trabajo, no encuentro nada, he buscado ayuda en lo
que se supone que garantiza el bienestar, el Estado, la respuesta que me
dieron un no, un no tenemos dinero. Cuando me lo dijeron me reí, no podía creer
que cuando hay gente, no en empresas privadas no, sino en los servicios
públicos que cobran miles y miles de euros, y los que no aparecen reflejados en
las nóminas, digan a una mujer que tiene dos hijas, antes maltratada por su novio y hasta hace tres años con un trabajo estable que el Estado no tiene dinero
para ella, ¿dónde está para los que realmente lo necesitamos?-me lo pregunto
yo, pero como yo, habrá miles…
Cuando perdí mi trabajo creía que no iba a pasar nada, total
¿desde cuándo no se necesitan profesoras?, que ingenua era por entonces. Llevo
tres años en casa ya buscando y desesperando para encontrar un trabajo, no me
importaba si era de profesora, limpiadora, dependienta, solo quería lo justo para
dar de comer a mis hijas. Hasta hace un año todavía tenía esperanzas de
encontrar un trabajo de volver a una vida, quizá para muchos no muy buena, pero
para mí la mejor del mundo.
Ahora el gobierno promete que hay trabajo, si me preguntaran a mí diría-yo no veo que lo haya, yo al menos no, quizá sea porque soy una mujer de 45 años que ya no valgo para nada-esas palabras antes no las creía, no me las quería creer, pero ya es tarde, no me dejo de atormentar porque muchas veces les digo a mis hijas de 14 y 15 años-hoy hay que mantenerse con pan y con suerte algún filete- ellas me miraban, ¿que si lo entendían?, me preguntaréis, claro que lo entendían, era a las únicas que tenía conmigo, lloraba cada noche y ellas se refugiaban conmigo y yo con ellas, no solo para consolarnos las unas a las otras, no, también para darnos calor en aquellas frías noches de invierno, puesto que como habréis imaginado la calefacción estaba descartada desde hace mucho tiempo.
Ahora el gobierno promete que hay trabajo, si me preguntaran a mí diría-yo no veo que lo haya, yo al menos no, quizá sea porque soy una mujer de 45 años que ya no valgo para nada-esas palabras antes no las creía, no me las quería creer, pero ya es tarde, no me dejo de atormentar porque muchas veces les digo a mis hijas de 14 y 15 años-hoy hay que mantenerse con pan y con suerte algún filete- ellas me miraban, ¿que si lo entendían?, me preguntaréis, claro que lo entendían, era a las únicas que tenía conmigo, lloraba cada noche y ellas se refugiaban conmigo y yo con ellas, no solo para consolarnos las unas a las otras, no, también para darnos calor en aquellas frías noches de invierno, puesto que como habréis imaginado la calefacción estaba descartada desde hace mucho tiempo.
Esa solo es una parte de mi historia, para mí la peor, quizá
me preguntaréis el por qué después de oír todo, os lo adelantaré y os diré, lo
que vosotros ya sospecháis, porque por eso no puedo garantizar el alimento, la
educación, el calor y ni siquiera la higiene de mis hijas. La otra parte de mi historia
la dejé caer antes, sí, soy una mujer, de esas tantas que por desgracia han sufrido
violencia de género, que me gusta decirlo, por supuesto que no, pero si estoy
por decir mi estupenda vida (véase la ironía) lo diré.
Ese, al que espero no volver a ver su rostro, ese del que un
día me enamoré hace cuatro años, que estúpida era, al principio se presentaba
como un chico modelo, un chico del que quizá se hubiera enamorado hasta la
chica más desconfiada. Pero poco a poco se fue transformando, de las sonrisas cada
mañana pasaron a los insultos, de los besos por las noches pasaron a los
golpes, la vida feliz pasó a ser un tormento día a día, hora a hora, minuto a
minuto. Que por qué no decía nada me diréis, ingenua de mí, lo quería, estaba
enamorada como las ingenuas jovencitas de hoy en día se enamoran rápidamente,
así era yo, además creía que cambiaría y a mis hijas de momento no las tocaba,
es más se portaba como si fuera su padre.
No tenía ya ni ganas de trabajar, de hecho no fui los
últimos dos meses de colegio, me preguntaron el porqué los compañeros, puse una
excusa que hasta a mí me pareció repugnante, dije que una de mis hijas estaba enferma.
Al principio todo era bonito, bonita como cualquier relación, besos, caricias,
pelis juntos, pero después se convirtió todo en un infierno, la amabilidad se
convirtió en odio, el amor en celos, mi cariño hacia él en miedo, todo se
trasformó, al principio no me lo creía, -¿dónde estaba el chico del que me
enamoré?-me preguntaba una y otra vez, una y otra vez me atormentaba-¿cómo me
pude enamorar de eso?-como he sido tan estúpida.
Pasaban los días, días que eran eternos, días
que los pasaba entre llanto y llanto, por supuesto ocultándome de mis hijas, no
quería que sufrieran conmigo, no quería que estuvieran a mi lado en esos
angustiosos momentos.
Pero llega un día, llegó un día en que no pude más, casi me
mata. Me pegó donde nunca me había pegado, me dejó toda la cara ensangrentada
de los golpes. Mis hijas llegaron del colegio y lo vieron todo, vieron como
aquel hombre, aquel que habían considerado como un chico amable, dulce,
cariñoso era en realidad el hombre más horrible que habían visto en sus vidas,
en sus cortas vidas. Mis niñas rápidamente actuaron, lo cogieron como bien
pudieron, sacaron una fuerza que nunca había visto, una rabia se apoderó de
ellas, el vínculo de una madre con sus hijas les hizo comportarse así, lo
consiguieron sujetar, lo justó para zafarme yo y golpear a ese, que no nombraré
y dejarlo inconsciente.
Luego ya os podéis imaginar lo que pasó, llamé a la policía y
se lo llevaron lejos de mi vista, afortunadamente después del juicio y todo el
rollo de esta, tan rápida justicia nuestra, no lo he vuelto a ver y espero que
sea así para siempre.Lo peor de todo que ni a mí, ni a mis niñas se nos ha
conseguido olvidar ese momento y ese rostro poseído por la rabia -¿cómo
hacerlo?, lo único que me ayuda son mis hijas en este momento, no tengo a nadie
más y en verdad no necesito a nadie más en mi vida, ellas me dan todo el cariño
que necesito, el amor que cualquier persona precisa.
Y esa es mi historia, ahora estoy pendiente de una orden de
desahucio, que se dará como mucho en una semana, espero poder contaros que he
conseguido evitarla, lo espero…
Este tan solo es un relato escrito por mí, un chico de 18 años,
pero desde aquí mi apoyo a todas aquellas mujeres que han sufrido o que sufren,
y si es así denunciadlo, violencia de género. Nadie merece pasar por eso, 59 es el sangrante número de mujeres asesinadas por esta lacra social en 2014 en España, cada una con
un nombre, con una historia, con una vida…, no son solo un número, que el 2015 empiece y acabe con cero
víctimas de violencia de género.
Tolerancia cero contra la violencia de género.
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